Esto lo escribí para mi clase “Detectives: pesquisas y metodologías para el estudio de textos (literarios)” como un ejercicio que buscaba romper algunas de las reglas de la fórmula clásica del género detectivesco. Y pues, me gustó así es que lo comparto aquí para su deleite.
Cualquier comentario es bienvenido. 🙂
“Señores y señoras, patos y patas, locas y buchas les presento en esta noche la única, la espectacular, la sensual, directamente desde China para su deleite: la estrella del oriente, Li Mon!”
G contempla con interés la visión en seda amarilla que sale al escenario: alta y delgada, con un pelo largo, negro, lacio, que brilla en las luces del escenario. Procede a cantar en un registro espeluznante mientras remenea sus curvas sintéticas.
De repente se escucha el ruido estridente de vidrio rompiéndose. Las miradas de todos los presentes se dirigen simultáneamente a la barra. ¿Qué ha pasado?
Primera en acercarse al área es Li Mon, seguida de cerca por G, quien hace pausa para darle un cumplido “¡Me encanta tu canto!” Luego, de manera asertiva y autoritaria se asoma a la barra donde ve, tendida en el suelo la imagen símbolo del lugar, el santo patrón del lugar y de toda una comunidad. La estatua se encuentra hecha trizas en el suelo mezclada con la cerveza pegajosa y las colillas de cigarrillo. Se escucha a lo largo del bar un gemido colectivo de indignación.
“¿Quién es el responsable de éste crimen?” el vibrante falsetto de Li Mon clama por justicia.
“Que no funda el pánico, soy detective profesional.” G saca del bolsillo de su chaqueta de cuero un carnet con apariencia antigua y trastornada y lo guarda acto seguido con movimiento fluido y confiado. “Que no salga nadie, el culpable debe estar aquí.” Hace señal al alto y fornido bouncer para que evite el éxodo de clientes.
Ya pasado el momento de tensión, todo el mundo regresa a sus bebidas y sus rapeos mongos. El dj provee música de misterio para ambientar.
Los espejos del fondo de la barra reflejan el brillo de las luces de discoteca que han sido nuevamente encendidas. Se nota en la expresión de G una repentina lucidez y una sonrisa irónica pasa por sus labios.
Li Mon mientras tanto se ha acercado al bar y arrodillada ante los restos recoge con ternura los fragmentos irreconocibles de la estatua. Mira con emoción los pedazos y de repente levanta su mirada y mira a su alrededor. Su mirada reposa sobre G.
“¡Fuiste tú!” con un dedo manicurado señala de manera acusatoria.
“¿Yo? No, yo no fui. Yo soy detective. ¡Ni modo que sea criminal a la vez!”
Los sollozos de Li Mon penetran los corazones alcoholizados de todos los que la rodean. “¿Quién ha sido capaz de semejante sacrilegio entonces?”
G se acerca a un caballero que se encuentra sentado solo, callado en la esquina del bar. “Fue él.”
“¡Maldito!” grita Li Mon.
El hombre mira a su alrededor nervioso al verse rodeado de personas que lo miran con cara de pocos amigos.
“Yo estoy aquí tranquilo, tomándome mi cerveza.”
Se nota nervioso, casi asustado, particularmente cuando Li Mon le acerca los trozos de la estatuilla de manera violenta, lanzando su manicure a la cara del caballero. “Mira lo que haz hecho.”
“Sé que fue él” dice G de manera arrogante aunque nadie se lo ha preguntado. “Lo supe por el reflejo en el espejo. Junto antes de que Li Mon comenzara a cantar vi el reflejo de su pantalla de cubic zirconio. Si mi amor porque diamante no es. Me llamó la atención y justo cuando Li Mon nos deslumbraba con su registro vocal vi un movimiento extraño. Y aquí tengo la prueba.” G muestra de manera dramática un limón que ha recogido detrás de la barra. “Este caballero le lanzó el limón a la estatuilla y de esa manera la hizo caer y ha quedado destruída. Lo sé todo.”
El caballero toca su pantalla, nervioso y evita mirar a G. El dj ha variado la música y en un ritmo trance a bajo volumen se percibe la intensidad de la escena. El alto y fornido bouncer flexiona sus pectorales debajo de su apretada camisa de Security. Los patronos agarran sus celulares para contar el notición.
“Si, confiezo, lo hice. ¡No pude resistir!” El caballero coloca su cabeza sobre sus brazos y solloza de manera sincera y melodramática. “Pero fue G quien me apostó que no lo hacía. Me apostó 20 pesos que no acertaba a darle. Fue culpa de G.”
El caballero se apoya en el hombro de la mujer que está sentado a su lado quien lo consuela como quien espanta a un mosquito con gesto incómodo y abrupto.
La multitud marca desesperadamente sus celulares mientras Li Mon gira hacia G. Con dolor en sus ojos, pregunta en voz baja, muy baja “¿Por qué?”
G mira al suelo y examina sus zapatos. Da un paso hacia atrás y apoyándose de una banqueta salta tras la barra, y desaparece por un pasaje secreto que sale del local.
Nunca más se le vio a G.
Los patronos hicieron un serrucho para comprar una nueva estatuilla de Ru Paul.
Se celebró la colocación de la nueva estatua con un gran espectáculo de Li Mon y Mao Tais por la casa.